¡DESPERTAD, DESPERTAD!
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.
                                                       En Cuando los nazis vinieron   de Martin Niömoller
Tras la llegada del proto fascista Donald Trump a la presidencia de los EEUU el 20 de enero del 2017

Tiempos de ternascos estos amigos,
en los que  la felicidad
que nos convierte en esclavos,
se busca con nostalgia
hurgando en familia
en los lodazales que gestionan
los que nos han convertido en cautivos.
Mientras el grito testicular
jalea,
que para erradicar el caos
que arrumba a los humanos
encaremos el futuro como héroes,
aceptando la  ruptura aberzale
que nos remite a  la noche de los tiempos
donde se alberga el huevo primario 
de la pureza de la fe y de la raza.
Como si la salvación del mundo estuviese,
bálano en ristre y bendiciendo la oscuridad,
en una vuelta radical al enclaustramiento
en la caverna de la patria.
Podrida  reencarnación
del espíritu de la manada
en un mundo de rancios anhelos,
en el que los corderos desorientados
ni balan, ni miran ni escuchan,
imaginando que si permanecen
aletargados como sapos
en el fondo más oscuro de esa cueva,
pese a los vehementes destellos de  luz  sombría
que  nos alertan de la llegada del lobo,
la fiera nunca  invadirá la ilusoria covacha
que habitamos.
¿Qué nos está pasando,
que en lugar de tener valor
de abrirnos a pensar diferente,
a imaginar diferente, a crear,
a soñar en suma,
cuando el viento ulula a nuestro lado:
¡qué viene Trump!,
¡qué viene Trump!,
como  animales deslumbrados en la noche
por el miedo,
no nos atrevemos a revelarnos
gritando el nombre
del fantasma que nos aterroriza
¡Trump es el fascismo!

Enrique Ibáñez Villegas