¿ESCOBILLAS DE LAVABO CONTRA  DONALD TRUMP?

Y hoy heme aquí, heme aquí solo,     
conviviendo a  tientas
con mis mitos y fantasmas
en un redil completamente enlodazado,     
ciudadano de un reino atado y bien atado,
convertido en establo desbordado
por la mierda,
y no precisamente la que en su día
inundara con el encegecedor resplandor
de una bandada de relámpagos
las aladas almenas y torreones
del castillo de Kronborg en Dinamarca.
En ese reino envilecido,
compré una nueva escobilla de lavabo, 
y mientras la compra realizaba
vinieron a mi mente
las miles de veces que sentado cerca de la antigua,
en el acogedor regazo del inodoro de mi casa,
fui inmensamente feliz
sintiendo como las generosas heces fecales
que anidaban en mis tripas,
a veces con urgencia, a veces remisas,
iban depositándose  lentamente en su hospitalario seno  
o cayendo diligentes a las aguas del desagüe, 
para al momento sumergirse en sus entrañas.
Descanso  igualitario este el del cagar
como la muerte,
quién sabe si concebidos ambos
a modo de regalo por los dioses
con la única intención de asemejar
 y unir a todas las bestia del planeta,
en un caso como  si fuésemos “caganets” ,
por el culo,
proporcionando nos  ese  gran sosiego
que siente el que evacúa
al liberarse de tales odoríficas deposiciones
a las que el vulgo llama mierda
y los más refinados chocolate
y en el otro,
como recordatorio de que  la vida es solo mierda
y  la mierda siempre es deyección.
Y hoy heme aquí, amigos,
sumido en profundas reflexiones
como un triste Hamlet reencarnado,
vagando,   en aciagos días,
por entre estrechos y sombríos corredores,
viendo me  obligado a preguntaros
la primera línea
de ese grandioso soliloquio que todos conocemos,
“To be or not to be”,
para que me orientéis qué hacer
con la vieja escobilla del lavabo,
¿guardarla envuelta  en la fina lámina flexible,
delgada y transparente
de un crepitante papel de celofán,
en recuerdo de la  complaciente vida
vivida entre los dos
compartiendo la gran cantidad
de tufaradas placenteras cumplidas 
retirando la mierda de mi vista,
o verme obligado a depositar la,
tras tantos años de resplandeciente convivencia,
como un juguete roto en la basura,
a causa del visible deterioro de las cerdas
del peinado “Rocabilly” a lo “Loquillo”
que engalana su redondeada cabellera limpiadora?
Y es a ella, solo a ella,
a esa diosa de lo comido y lo cagado,
reencarnada  en Ofelia limpiadora,
que  fue la sumisa compañera de mis
apremiantes o remolonas deposiciones de mierda
en el agujero de la taza,
a la que  dedico conturbado    
este humilde  borrador de cicatrices
“ pro defunto nominatim in memorian”
de los tiempos que apremiado por angustiosas contracciones
que anunciaban  el glorioso  nacimiento de una mierda,
nunca me abandonó  en el retrete.
Ya os contaré amigos
como transcurre esta  estrenada convivencia
con mi nueva  “mater dolorosa” frente al calvario,
en  un planeta en el que  por permanecer
ciego, sordo y mudo
al cumplimiento de la  Regla de Oro de la ética,
que el pensador chino Confuncio definiera
“No hagas a los demás  
lo que no quieras que ellos te hagan a ti”,
lo que le falta son  suficientes escobillas de lavabo
para suprimir las cagadas que le sobran.
To be or not to be?
¿Dejar que el futuro del siglo XXI
se inunde de mierda,
con el primitivismo ideológico
de las neocapitalistas cagadas
Donald Trumpianas,
hijas directas del fascismo original
que dío origen al invento de los dioses
o reconvertir ese camuflado,bajo tintes,
brazo armado zanahoria del fascismo,
en guadañas  limpiadoras de libertad poética
para purificar esa excreción.
¿Poesía o fascismo?
No hay más elección.

Enrique Ibáñez Villegas